Leído en: febrero 2014 |
¿Desde cuándo son puntuales los aviones a la hora de despegar? Hadley ha llegado cuatro minutos tarde, lo que, bien pensado, no parece mucho: una pausa para la publicidad, el descanso entre dos clases, el tiempo que lleva calentar un plato precocinado en el microondas... Cuatro minutos no son nada. Cierra los ojos solo un instante y, cuando los vuelve a abrir, el avión ha desaparecido. Hoy debería ser uno de los peores días en los diecisiete años de la vida de Hadley Sullivan: ha perdido su vuelo y ahora está atrapada en el aeropuerto JFK de Nueva York. Llega tarde a la segunda boda de su padre, que se celebrará en Londres, con una mujer a la que Hadley ni siquiera conoce y que pronto se convertirá en su madrastra. Pero entonces conoce al chico perfecto en la atestada sala de espera del aeropuerto. Su nombre es Oliver, es británico y su asiento es el 18C. El de Hadley, el 18A.
Los caprichos del destino y las casualidades de la vida son el motor de esta conmovedora novela sobre lazos familiares, segundas oportunidades y primeros amores.
Desarrollada a lo largo de 24 horas, la historia de Hadley y Oliver nos convence de que el amor verdadero puede aparecer en nuestras vidas cuando menos lo esperamos.
Editorial Suma de Letras
264 páginas
ISBN: 978-84-8365-315-9
p.v.p: 5,95 €
No me lo pensé dos veces: en cuanto lo vi con un precio tan barato en El Corte Inglés lo compré. Tenía muchas ganas de probar la historia que se escondía detrás de este título tan original. Las opiniones que tenía acerca de este libro eran tan diversas... había gente que lo ponía por las nubes y otra que lo desmitificaba,así que fui con pies de plomo al leerlo (odio llevarme decepciones) y resultó ser una lectura agradable y perfecta para cualquier ocasión.
Es una novela ideal si estás buscando una lectura amena con una bonita historia romántica que no llegue a empalagosa.
Aunque el tema principal es la historia de amor de nuestra protagonista, Hadley, con Oliver, no se centra únicamente en eso.Trata también de la familia, de la añoranza, del deseo por algo que das por imposible y de sentimientos perdidos que piensas no volver a encontrar ya.
Y es que hay días en los que la vida y la muerte merecen la pena.
Fresca, entretenida y muy tierna, así se define esta novela que se lee perfectamente de una sentada.
Su ritmo narrativo es muy adecuado. La historia transcurre a lo largo de 24 horas, y os puedo asegurar que en ningún momento se te hace aburrida ni sinónimos por el estilo.
Ocurren tantas cosas en ese relativo corto espacio de tiempo que no sabes que esperarte entre hecho y hecho.
Me atrevo a asegurar que Hadley se convierte en la chica más feliz del mundo en la última página, pero lograrlo no le ha sido nada fácil.
A pesar de no llevar una vida desafortunada ni mucho menos trágica, tiene algún que otro problema personal que le hace encontrarse nostálgica e incluso perdida en ocasiones.
Hadley es decidida y madura, pero busca la parte incompleta de su infancia en los actos de los que la rodean, y eso la vuelve vulnerable, no existen las chicas de hierro.
Hay algo en su carácter que no termina de convencerme, creo que es debido a la aparente sencillez de su personalidad, aunque eso dota de realismo a esta novela, ya que no tratamos con personajes especiales ni de alguna forma, diferentes, sino más bien con la autenticidad de cada persona y lo únicas que son y que pueden llegar a ser para alguien, unido a estas situaciones normales pero tan bonitas y dignas de ser narradas.
-Nadie carece de utilidad en el mundo si alivia la carga que este supone para otro-
Los personajes que rodean a nuestra protagonosta durante la historia son tan normales como únicos: Oliver, aparentemente es una persona sencilla, al igual que Hadley, pero cuando conoces su historia más a fondo, te das cuenta de la complejidad de este chico y del mérito que tiene. A pesar de su situación, se preocupa por los demás y por hacerlos felices. Más que a él mismo.
El padre de Hadley, es una buena persona (al principio lo odié), romántico a su manera y muy humano (palabra en todo su esplendor). Quiere a su hija con locura y lo ha demostrado; y la madre de Hadley, que es una mujer a la que admiro por su fuerza y decisión a pesar de las adversidades (carácter heredable, por lo que se ve), tranquila y con un perfil de madre estupenda en la que encontrar el consuelo y/o consejo necesario en el momento oportuno.
La moraleja de esta historia NO enseña a perder un avión a propósito o a que nos enamoremos de un completo desconocido/a que se ofrece a ayudarnos con las maletas (ojo, carteristas xD), pero sí nos transmite un mensaje claro y alto, y es que, las cosas siempre ocurren por algo.
Para Hadley, cuatro minutos han significado un importantísimo cambio en su vida. Ha supuesto solucionar temas archivados y empezar una nueva y sonriente vida.
-¿Es mejor tener algo bueno y perderlo o no haberlo tenido nunca?
Muy a mi pesar, tengo que decir que no es oro todo lo que reluce... tengo que ponerle una pega, y es el final. No ha sido del todo de mi agrado ya que queda abierto a suposiciones y me hubiera gustado conocer exactamente el final de las cosas.
También he echado en falta el factor sorpresa y tal vez, un poquito más de emoción y tensión a la historia, pero nada más que añadir en contra.
No es una obra brillante con ningún argumento rebuscado, pero la simpleza de esta novela hace de ella un pequeño regalo que todos deberíamos hacernos: poder disfrutar del ''Y SI...'' de nuestras vidas.
La probabilidad estadística del amor a primera vista te enseña que las casualidades EXISTEN, que muchas veces, lo que tenemos que hacer es frenar nuestro ritmo de vida y analizar las cosas objetivamente, ya que por no hacerlo muchas veces nos perdemos cosas de la vida irrepetibles. Que no sólo cuando las cosas van mal hay que valorar las buenas del pasado.
Una historia amena pero llena de romanticismo y moralejas personales.
Te hago una pregunta:
¿Qué harías si conocieras al que hasta ahora ha sido un desconocido y te encantara?